THOA

Lourdes Reynaga Agrada

“Irpastay, irpastay, suma tawaqu, irpastay” (me estoy llevando; a una linda jovencita, me estoy llevando), anuncia la canción más tradicional de la ceremonia de IrpAqa. En dicha canción se pone en juego el verbo aymara “irpasiña”, que quiere decir: “llevarse”. En cuanto a la música, los instrumentos que la ejecutan son los sikus (zampoñas), bombo y tambor.

Hace frío. Es de noche y el frío del invierno está en su apogeo. Fuera del salón, los doce músicos esperamos. “Akhullt’asipuni (masticaremos coca)”, dice Wilbert Phunchu y Qamani del Taller de Historia Ayllu Pacha Ajayu, y procede a sacar un cato de coca con tres hojitas verdes en cada extremo. La coca es el ritual previo para pedir permiso a los instrumentos o para tocarlos pues ya no es su tiempo. La música andina está profundamente relacionada con la ceremonia, el rito y, sobre todo, con el calendario agrícola. No es tocar así nomás cualquier instrumento en cualquier época; cada tiempo tiene sus ritmos, sus sonidos; cada ceremonia, cada entorno, tienen los suyos.

Esta es la segunda IrpAqa que acompañamos. Y es que la IrpAqa es una pedida de mano muy peculiar, comienza un sábado de noche, en casa de la novia, y concluye antes del amanecer, en casa del novio. Días antes, se realiza la “sarta”, en donde ambas familias se reúnen para conocerse y dialogar. Pues, para el ayllu, el matrimonio no solo es entre personas, sino entre familias y comunidades.

En la noche de la IrpAqa los padres de la novia hacen recomendaciones a los padres del novio acerca de los defectos de sus hijos, les recomiendan llevarse bien y construir un buen hogar. Ya para la fiesta, los novios estrenan ropa propia de la celebración; la novia luce flamante parada completamente blanca (pollera de tela brillante y delicada, y blusa de juego); ambos llevan aguayos en la espalda, guirnaldas de flores en cuello y sombreros. Cada elemento simboliza algo, nada es descuidado, nada es en vano.

“Es como una competencia”, me había explicado Fernando (parte del Taller de Walter). “Ambas familias muestran lo que tienen, lo que son. Se comparte comida, chicha, música; y se debate, se habla, se baila, se ríe. Es un diálogo entre iguales, entre pares. No hay jerarquía, hay reciprocidad”.

El sonido de los sikus (tabla sikus o zampoñas cuadradas) acompañan la IrpAqa, ya que, con el frío, la música solo puede hacerse en pareja. Cada zampoña se complementa con la otra: los ira (de seis tubos) y los arka (de siete tubos). El sonido no puede hacerse solo, pues ambas piezas se necesitan mutuamente, se responden y dialogan.

Así como los sikus dialogan entre sí, la IrpAqa es un diálogo entre dos familias, entre iguales. En el ayllu, el amor y el matrimonio también son una forma de conversar, de encontrarse y de afirmarse mutuamente bailando y cantando; por detrás, van los padrinos, los invitados del novio y los músicos.

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